Marlon Pña

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poema a la virgen de chiquinquira

En 1560, 
Don Antonio de Santana 
pidió al dominico Andrés 
que en un cuadro le pintara 
a la Virgen del Rosario, 
su advocación venerada. 
 
Y fue Alonso de Narváez, 
un buen pintor español, 
quien, sobre una tela indígena, 
a la Virgen perfiló, 
con dos santos a los lados 
y en su brazo el Niño-Dios. 
 
Los santos del cuadro son 
San Andrés y San Antonio, 
de los que el cuadro encargaron, 
eran sus santos patronos. 
San Andrés lleva su cruz 
y al Niño-Dios, San Antonio. 
 
El cuadro se colocó 
en la capilla privada 
que en la población de Suta 
tenía Antonio Santana. 
La Virgen y el Niño muestran 
un rosario como pauta. 
 
El techo de la capilla 
fue construido con paja 
y a causa de la humedad 
se embarró la imagen santa, 
desvaídos los colores, 
desdibujadas las caras. 
 
A la muerte de Santana, 
varios enseres y el cuadro 
llegan a Chiquinquirá. 
Como el cuadro estaba ajado 
se abandonó y se aplicó 
a secar al sol los granos. 
 
Viene de España María, 
familiar de los Santana, 
y ante el cuadro, muy devota, 
todos los días rezaba, 
pedía paz y consuelo, 
pues añoraba su casa. 
 
Una indígena cristiana 
pasa frente a la capilla, 
era Isabel con su hijo. 
Le hace notar a María 
que aparece un resplandor 
y que el cuadro se ilumina. 
 
Maravilladas, absortas, 
contemplan el gran milagro 
y se postran de rodillas 
a la Virgen alabando. 
La tela se reparó, 
apareció bello el cuadro. 
 
Desde entonces hasta hoy 
muestra celestes favores. 
Peregrinan a su templo 
para conseguir sus dones 
y cada nueve de julio 
la aclama ferviente el orbe. 
© 2025 Marlon Pña